Deberes conyugales
1 Pedro 3:1-12 Así mismo, esposas,
sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la
palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus
palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa. Que la
belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como
peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más
bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un
espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios. Así
se adornaban en tiempos antiguos las santas mujeres que esperaban en Dios, cada
una sumisa a su esposo. Tal es el caso de Sara, que obedecía a Abraham y lo
llamaba su señor. Ustedes son hijas de ella si hacen el bien y viven sin ningún
temor. De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal,
tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada y
ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará sus
oraciones..
En fin,
vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen
el amor fraternal, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal ni
insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para
heredar una bendición. En efecto, «el que quiera amar la vida y gozar de días
felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir
engaños; que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga. Porque los ojos del
Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones; pero el
rostro del Señor está contra los que hacen el mal.»
El Matrimonio Prospera
El apóstol Pedro, un hombre casado, exhortó bajo
inspiración a los esposos cristianos a que asignaran a sus esposas “honra como
a un vaso más débil” (1 Pedro 3:7; Mateo 8:14). Por lo tanto, la honra y el
respeto a la dignidad personal del cónyuge son requisitos bíblicos para el
matrimonio. ¿De qué maneras se pueden manifestar?
Tal como el agua vitaliza una planta en crecimiento, el habla gentil y los gestos amables entre los cónyuges, tanto en público como en privado, pueden fortalecer su relación. En cambio, los ataques verbales ásperos e insultantes, así como los comentarios denigrantes, frívolos y sarcásticos que son tan comunes en las comedias de televisión, resultan destructivos. Pueden provocar sentimientos dañinos, como la falta de amor propio, la depresión y el resentimiento; hasta pueden causar heridas emocionales difíciles de curar.
Respetar la dignidad personal ajena también significa aceptar a cada uno como es, y no tratar de adaptarlo a un ideal preconcebido ni compararlo injustamente con otras personas. Esto es de especial importancia entre marido y mujer. En un ambiente en el que resulta fácil y agradable comunicarse y expresarse, sin temor a oír críticas ni reprimendas, la intimidad florece. Cuando una persona puede ser ella misma en el matrimonio, entonces el hogar verdaderamente constituye un refugio del rudo y cruel mundo exterior.
En estos tiempos turbulentos, los esposos en especial tienen que imitar la paciencia y el amor de Jesús, así como su firmeza al defender los principios bíblicos (2 Timoteo 3:1-5). Así es, los esposos deben enfrentarse a los problemas que plantea el matrimonio del mismo modo como se enfrentó Jesús a las dificultades: con conocimiento. Las pruebas que él padeció fueron mayores que las de cualquier otro ser humano, pero siempre tuvo en cuenta que los responsables eran Satanás, sus demonios y este mundo malvado (Juan 14:30; Efesios 6:12). Por tanto, los problemas nunca tomaron por sorpresa a Jesús. De igual forma, tampoco debería sorprender a los cónyuges la “tribulación en la carne” que, como advierte la Biblia, les espera a quienes se casan (1 Corintios 7:28).
Y por último las palabras finales del versículo 7 de 1 Pedro Capitulo 3.- Se desprende la seriedad de su exhortación: si el esposo no honra a su esposa, se perjudicará su relación con Jehová y se obstaculizarán sus oraciones.
Tal como el agua vitaliza una planta en crecimiento, el habla gentil y los gestos amables entre los cónyuges, tanto en público como en privado, pueden fortalecer su relación. En cambio, los ataques verbales ásperos e insultantes, así como los comentarios denigrantes, frívolos y sarcásticos que son tan comunes en las comedias de televisión, resultan destructivos. Pueden provocar sentimientos dañinos, como la falta de amor propio, la depresión y el resentimiento; hasta pueden causar heridas emocionales difíciles de curar.
Respetar la dignidad personal ajena también significa aceptar a cada uno como es, y no tratar de adaptarlo a un ideal preconcebido ni compararlo injustamente con otras personas. Esto es de especial importancia entre marido y mujer. En un ambiente en el que resulta fácil y agradable comunicarse y expresarse, sin temor a oír críticas ni reprimendas, la intimidad florece. Cuando una persona puede ser ella misma en el matrimonio, entonces el hogar verdaderamente constituye un refugio del rudo y cruel mundo exterior.
En estos tiempos turbulentos, los esposos en especial tienen que imitar la paciencia y el amor de Jesús, así como su firmeza al defender los principios bíblicos (2 Timoteo 3:1-5). Así es, los esposos deben enfrentarse a los problemas que plantea el matrimonio del mismo modo como se enfrentó Jesús a las dificultades: con conocimiento. Las pruebas que él padeció fueron mayores que las de cualquier otro ser humano, pero siempre tuvo en cuenta que los responsables eran Satanás, sus demonios y este mundo malvado (Juan 14:30; Efesios 6:12). Por tanto, los problemas nunca tomaron por sorpresa a Jesús. De igual forma, tampoco debería sorprender a los cónyuges la “tribulación en la carne” que, como advierte la Biblia, les espera a quienes se casan (1 Corintios 7:28).
Y por último las palabras finales del versículo 7 de 1 Pedro Capitulo 3.- Se desprende la seriedad de su exhortación: si el esposo no honra a su esposa, se perjudicará su relación con Jehová y se obstaculizarán sus oraciones.
Consejos matrimoniales
En 1 Corintios
7 Pablo dice: paso ahora a los asuntos que me plantearon
por escrito: «Es mejor no tener relaciones sexuales.»[a] 2 Pero
en vista de tanta inmoralidad, cada hombre debe tener su propia esposa, y cada
mujer su propio esposo. 3 El hombre debe cumplir su deber
conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo. 4 La
mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el
hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa. 5 No
se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo,
para dedicarse a la oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo
contrario, pueden caer en *tentación de Satanás, por falta de dominio propio. 6 Ahora
bien, esto lo digo como una concesión y no como una orden. 7 En
realidad, preferiría que todos fueran como yo. No obstante, cada uno tiene de
Dios su propio don: éste posee uno; aquél, otro.
8 A los solteros y a las viudas les digo que sería mejor que se quedaran como yo. 9 Pero si no pueden dominarse, que se casen, porque es preferible casarse que quemarse de pasión.
10 A los casados les doy la siguiente orden (no yo sino el Señor): que la mujer no se separe de su esposo. 11 Sin embargo, si se separa, que no se vuelva a casar; de lo contrario, que se reconcilie con su esposo. Así mismo, que el hombre no se divorcie de su esposa.
12 A los demás les digo yo (no es mandamiento del Señor): Si algún hermano tiene una esposa que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, que no se divorcie de ella. 13 Y si una mujer tiene un esposo que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, que no se divorcie de él. 14 Porque el esposo no creyente ha sido *santificado por la unión con su esposa, y la esposa no creyente ha sido santificada por la unión con su esposo creyente. Si así no fuera, sus hijos serían impuros, mientras que, de hecho, son santos.
15 Sin embargo, si el cónyuge no creyente decide separarse, no se lo impidan. En tales circunstancias, el cónyuge creyente queda sin obligación; Dios nos ha llamado a vivir en paz. 16 ¿Cómo sabes tú, mujer, si acaso salvarás a tu esposo? ¿O cómo sabes tú, hombre, si acaso salvarás a tu esposa?
17 En cualquier caso, cada uno debe vivir conforme a la condición que el Señor le asignó y a la cual Dios lo ha llamado. Ésta es la norma que establezco en todas las iglesias. 18 ¿Fue llamado alguno estando ya *circuncidado? Que no disimule su condición. ¿Fue llamado alguno sin estar circuncidado? Que no se circuncide. 19 Para nada cuenta estar o no estar circuncidado; lo que importa es cumplir los mandatos de Dios. 20 Que cada uno permanezca en la condición en que estaba cuando Dios lo llamó. 21 ¿Eras *esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes, aunque si tienes la oportunidad de conseguir tu libertad, aprovéchala. 22 Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó es un liberto del Señor; del mismo modo, el que era libre cuando fue llamado es un esclavo de Cristo. 23 Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie. 24 Hermanos, cada uno permanezca ante Dios en la condición en que estaba cuando Dios lo llamó.
25 En cuanto a las personas solteras,[b] no tengo ningún mandato del Señor, pero doy mi opinión como quien por la misericordia del Señor es digno de confianza. 26 Pienso que, a causa de la crisis actual, es bueno que cada persona se quede como está. 27 ¿Estás casado? No procures divorciarte. ¿Estás soltero? No busques esposa. 28 Pero si te casas, no pecas; y si una joven[c] se casa, tampoco comete pecado. Sin embargo, los que se casan tendrán que pasar por muchos aprietos,[d] y yo quiero evitárselos.
29 Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo. De aquí en adelante los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran; 30 los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran algo, como si no lo poseyeran; 31 los que disfrutan de las cosas de este mundo, como si no disfrutaran de ellas; porque este mundo, en su forma actual, está por desaparecer.
32 Yo preferiría que estuvieran libres de preocupaciones. El soltero se preocupa de las cosas del Señor y de cómo agradarlo. 33 Pero el casado se preocupa de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su esposa; 34 sus intereses están divididos. La mujer no casada, lo mismo que la joven soltera,[e] se preocupa[f] de las cosas del Señor; se afana por consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en espíritu. Pero la casada se preocupa de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su esposo. 35 Les digo esto por su propio bien, no para ponerles restricciones sino para que vivan con decoro y plenamente dedicados al Señor.
36 Si alguno piensa que no está tratando a su prometida[g] como es debido, y ella ha llegado ya a su madurez, por lo cual él se siente obligado a casarse, que lo haga. Con eso no peca; que se casen. 37 Pero el que se mantiene firme en su propósito, y no está dominado por sus impulsos sino que domina su propia voluntad, y ha resuelto no casarse con su prometida, también hace bien. 38 De modo que el que se casa con su prometida hace bien, pero el que no se casa hace mejor.
39 La mujer está ligada a su esposo mientras él vive; pero si el esposo muere, ella queda libre para casarse con quien quiera, con tal de que sea en el Señor. 40 En mi opinión, ella será más feliz si no se casa, y creo que yo también tengo el Espíritu de Dios.
SOBRE EL ESTADO CIVIL DE PABLO
Un tema discutido en la investigación del «Pablo histórico» es su estado civil, del cual no existe constancia clara. Los textos de 1Corintios 7:8 y 1Corintios 9:5 sugieren que, cuando escribió esa carta en la primera mitad de la década del año 50, no estaba casado, pero eso no aclara si nunca se había casado, si se había divorciado o si había enviudado.[76]
En general, los investigadores suelen optar por dos posiciones mayoritarias:
- que habría permanecido célibe toda su vida sin que quede clara la razón precisa, que no sería necesariamente de índole religiosa;[77]
- que habría estado casado,[78] y luego habría enviudado. Esta posición fue planteada por Joachim Jeremias,[79] y encontró entre otros seguidores a J.M. Ford, E. Arens y, en nuestros días, a S. Légasse.[80] Esta postura supone que Pablo estaba casado porque era preceptivo en el caso de los rabinos.[81] Por lo tanto, cuando Pablo escribió en 1 Corintios 7:8: «Digo a los solteros y a los viudos, 'bueno es que se queden como yo estoy'», se clasificaría entre los viudos (chérais), no entre los solteros (agamois); Pablo no se habría casado de nuevo (cf. 1 Corintios 9:5). E. Fascher, que defendió el celibato perpetuo de Pablo, mostró objeciones a esta teoría.[82]
Romano Penna y Rinaldo Fabris señalan otra posición posible: que Pablo y su presunta mujer se hubiesen separado. Ese supuesto podría vincularse con el llamado privilegio paulino establecido por el Apóstol, que consiste en el derecho que tiene a romper el vínculo matrimonial la parte cristiana cuando la otra parte es infiel y no se aviene a vivir con ella pacíficamente.[83] [84]
(Textos tomados de Wikipedia)