Si
alguien se acercara a usted hoy y le preguntara: "¿Cómo puedo ser salvo?
¡Quiero ir al cielo, no al infierno! ¿Qué debo hacer?", ¿qué le diría?
He hecho
esta pregunta a miles de católicos romanos, y se la hago a usted. Casi todos
dan en esencia la misma respuesta. Es la misma respuesta que yo, siendo
evangélico, daba antes de recibir la salvación, cuando aún no conocía la
respuesta que Dios da en la Biblia. Esta respuesta puede resumirse así:
"Sea bueno. No peque. Viva de acuerdo a la ley de Dios".
La Gran Sorpresa: No Podemos Merecer la Salvación
¡La
Biblia nos enseña exactamente lo opuesto a lo que muchos de nosotros hemos
creído! Nos dice que somos pecadores que no merecemos la salvación. Pues
todos pecaron... No hay ninguno que haga el bien, ni uno siquiera (Romanos
3:23, 12). ¡Todos estamos incluidos! La Biblia nos dice que no somos lo
suficientemente buenos para salvar nuestras almas. Maldito sea el que no
cumple siempre todo lo que está escrito en la Ley (Gálatas 3:10). Dios nos
pide que cumplamos todo; no sólo que seamos mejores que otros, sino ¡que
cumplamos todo! Algunos cumplen más que otros, pero nadie es perfecto.
Aunque ninguno de nosotros cumpla todo lo que está escrito en la Ley,
Dios aún nos ama, y por Su amor, El nos da las buenas noticias del evangelio.
Es decir, a pesar de lo que merecíamos, El tuvo misericordia de nosotros y
envió a Su Hijo para pagar por nuestros pecados.
A veces
un criminal culpable y condenado a la pena de muerte, recibe perdón pleno de
parte del gobernador o del presidente. Dios hizo lo mismo por nosotros: Porque
el estipendio y paga del pecado es la muerte. Empero la vida eterna es una
gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor (Romanos 6:23, TA). Sí,
tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo Unico, para que todo el que crea en
él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16).
Dios dice
que no podemos salvarnos a nosotros mismos, sino que la salvación es Su regalo
para nosotros los pecadores: Pues por gracia de Dios han sido salvados, por
medio de la fe. Ustedes no tienen mérito en este asunto: es un don de Dios; y
no tienen por qué sentirse orgullosos, porque no lo consiguieron con sus obras
(Efesios 2:8-9).
Note cómo
la Biblia contradice completamente la creencia de muchas personas, de que si se
esforzaran lo suficiente podrían salvarse a sí mismos guardando la ley de Dios:
Sabiendo que no se justifica el hombre por las obras solas de la ley, sino
por la fe de Jesucristo, por eso creemos en Cristo Jesús, a fin de ser
justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley: por cuanto
ningún mortal será justificado por las obras de la ley (Gálatas 2:16, TA).
Y otra vez, el justo vivirá por la fe (Gálatas 3:10-11). (Vea también
Gálatas 3:12-13; 5:4; Romanos 3:20).
El
criminal a quien se le concede el perdón, no lo recibe porque sea mejor que
otros criminales. El es culpable y condenado. El sale de la cárcel como hombre
libre porque tuvo suficiente fe para aceptar y probar que ese documento podía
liberarlo. En Jesucristo, Dios ofrece Su perdón a pecadores que no lo merecen.
¿Qué hará usted con ese perdón?
La Muerte de Cristo no fue una Equivocación Absurda
La Biblia
dice que si pudiéramos merecer la salvación al guardar la ley de Dios, no
habría existido razón alguna para que Cristo muriera por nosotros. Dedicarme
al cumplimiento de la Ley sería despreciar el don de Dios; sería como decir que
Cristo murió inútilmente (Gálatas 2:21).
La Biblia
explica por qué no podemos merecer nuestra salvación, y qué hizo Cristo al
respecto. El murió en nuestro lugar y llevó sobre él nuestro castigo. Porque
todos pecaron, y tienen necesidad de la gloria o gracia de Dios, siendo
justificados gratuitamente por la gracia del mismo, en virtud de la redención
que todos tienen en Jesucristo, a quien Dios propuso para ser la víctima de
propiciación en virtud de su sangre por medio de la fe... por donde se vea cómo
él es justo en sí mismo, y que justifica al que tiene la fe de Jesucristo...
Así que, concluimos ser justificado el hombre por la fe viva sin las obras de
la ley (Romanos 3:23-28, TA). Este pasaje también explica quiénes serán
justificados: los que tengan la fe de Jesucristo, o como dice la Biblia
Latinoamérica, todo el que cree en Cristo Jesús.
Dios dice
que todos pecaron. Créalo. No trate de convencerlo de que usted es la
excepción. Arrepiéntase de sus pecados, porque Cristo murió en la cruz para
pagar el castigo por ellos, no sólo por el pecado original de Adán, sino por
todos los pecados. El apóstol Juan escribió: La sangre de Jesús, Hijo de
Dios, nos purifica de todo pecado (1 Juan 1:7). ¡Acepte el perdón que El le
ofrece!
El Otro Método No Resultará
En
Italia, cuando muere un papa, colocan grandes carteles en las paredes de las
ciudades. En ellos piden que el pueblo rece por el alma del papa, porque la
iglesia cree que él está sufriendo en el purgatorio. Francamente, el
catolicismo romano no puede salvar ni a sus propios papas. Si usted está
confiando en ese sistema para su salvación, debe esperar fervientemente una de
estas dos posibilidades:
- Que la Biblia esté equivocada respecto a la forma en que una persona es salvada.
- Que usted sea mejor católico que los papas.
Enfrentemos
la verdad: La Biblia no está equivocada, y probablemente usted no es mejor
católico que los papas. La maravillosa y buena noticia es que Dios ofrece
salvación en su Hijo para los pecadores que no la han alcanzado.
Por Favor, Reciba el Regalo de Dios
La
salvación, como leímos antes, es el regalo de Dios para nosotros. Todo lo que
debemos hacer para recibir un regalo es aceptarlo (Efesios 2:8-9). Aceptar el
regalo de salvación de Dios significa aceptar a su Hijo, porque esa es la
declaración de Dios, que nos ha dado la vida eterna, la cual está en su Hijo.
El que tiene al Hijo tiene la Vida, el que no tiene al Hijo no tiene la Vida
(1 Juan 5:11-12).
Aceptar a
Cristo significa que usted dejará de creer que puede salvarse a usted mismo por
medio del bautismo, siendo suficientemente bueno o por medio de su sufrimiento
en el purgatorio. Ponga su fe en un fundamento más sólido. ¡Confíe en Cristo
para su salvación! Pídale que entre en su vida y que la limpie como El desee.
Si lo hace, Dios ya no lo verá con sus pecados, sino con la bondad de Cristo.
Juan, el apóstol amado de Jesús, escribió: Pero a todos los que lo
recibieron, les concedió ser hijos de Dios (Juan 1:12). El apóstol Pablo lo
experimentó en su propia vida y escribió: Justificados, pues, por la fe,
mantengamos la paz con Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, por el cual
asimismo, en virtud de la fe, tenemos cabida en esta gracia, en la cual
permanecemos firmes, y nos gloriamos esperando la gloria de los hijos de Dios
(Romanos 5:1-2, TA).
En mi
experiencia, cuando me di cuenta de que Dios me pedía que confiara en Cristo
para mi salvación, tuve una verdadera lucha. El me estaba pidiendo que dejara
aquello en lo que siempre había dependido para mi salvación: mi propia bondad y
mérito. Un artista captó este pensamiento con la fotografía de un niño que dejó
caer un juguete para recibir un hermoso pajarito que volaba hacia su mano.
Yo no era
lo que consideraba un pecador muy malo cuando comprendí por primera vez que
Dios me estaba ofreciendo salvación en Cristo. Al examinar mi vida, el único
problema notorio que me molestaba era que yo usaba un vocabulario soez, y sabía
que a Dios no le agradaba. Creía que si tan sólo lograba limpiar mi manera de
hablar, sería digno de mi salvación.
También
tenía otra motivación para limpiar este pecado. En ese tiempo era estudiante
universitario y quería dar buena impresión a las muchachas, pero constantemente
pasaba vergüenza porque mi sucio vocabulario surgía en los momentos más
inapropiados.
Cierta
vez aun pedí la ayuda de un amigo. Cada vez que él me escuchaba pronunciar una
palabra soez, le pagaba una multa. En muy poco tiempo, él acumuló una buena
suma de dinero y la gastamos pasando una noche en la ciudad. Pero, ¡nada daba
resultado! No podía controlar el único pecado que, considero yo, no ofrece nada
al pecador. Si hubiera sido ladrón, habría tenido más dinero. El pecado sexual
me habría dado un momento ocasional de placer. Pero, a pesar de que mi
vocabulario soez no me daba nada a cambio, no podía librarme del hábito. Al ver
mi situación, abandoné toda esperanza de ser lo suficientemente bueno para
salvarme a mí mismo, y creí en Dios. Fue un momento humillante y una decisión
difícil. Tuve que reconocer que por 18 años había estado equivocado, y pedí a
Cristo que entrara en mi corazón y me limpiara de mi pecado.
Al final
de esta batalla interna, las lágrimas de alivio aún corrían por mis mejillas
cuando salí como un nuevo hombre, salvado por gracia, no por obras, y con rumbo
al cielo. Al vivir Cristo en mí, El pronto limpió mi vocabulario, y desde
entonces ha estado limpiando mi vida.
He visto
esta misma experiencia en todo tipo de pecadores, desde los pecadores más
justos, hasta los ladrones drogados que robaban el último dólar que tenía su
madre para comprar alimentos. Después que Cristo ha salvado nuestra alma, no
siempre es fácil permitirle que limpie nuestra vida. Toma tiempo leer su
Palabra para dejar que El nos persuada. Sin embargo, Dios envía el Espíritu de
Cristo para que viva en nosotros cuando recibimos a su Hijo, y somos limpiados
por Su poder, no por el nuestro. Ese es el secreto.
Usted
también puede ser salvo hoy por medio de un sincero acto de fe. Jesús dijo: Todo
lo que el Padre me ha dado vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí
(Juan 6:37). ¿Desea detenerse por un momento y venir a Jesucristo ahora mismo
para ser salvo? ¡No será rechazado! Lea nuevamente si hay algo que desea
comprender mejor, pero no posponga su decisión. Ninguna otra cosa que haga con
su vida tendrá importancia si usted va al infierno. ¿Por qué, pues, no confiesa
ahora mismo sus pecados a Dios? Al hacerlo, crea que Cristo pagó por cada uno
de esos pecados.
Luego, le
sugiero que dé gracias a Dios. Muéstrele que es sincero. Para ello, cada día
lea su Palabra, la Biblia, para tener comunión con El, y descubra qué desea
realmente El de su vida. Cristo es su Señor y su Salvador. El desea guiarlo en
lo que haga con su vida.
Pídale a
Dios y lo ayudará a encontrar compañerismo con otros cristianos en un grupo que
realmente crea y siga Su Palabra. El también le ayudar llevar a sus amigos a
Cristo.