domingo, 14 de abril de 2013

NUNCA DEJEMOS ATRAS A UNA OVEJA

Por Dave Burchett






Cada semana, cientos de personas deciden abandonar a la iglesia para siempre. ¿Es realmente nuestra responsabilidad ir en busca de ellas?


Usted conoce probablemente la parábola de la oveja perdida: un hombre que tiene cien ovejas descubre que una está faltando. Yo solía pensar que la parábola tenía que ver con la evangelización de los no cristianos. Pero cada vez más, pienso en que el principio de esta parábola también muestra el amor de Jesús por los miembros de su cuerpo que se extravían. Lea el pasaje teniendo ese pensamiento en mente.



Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía, ¿qué hará? ¿No dejará las otras noventa y nueve en las colinas y saldrá a buscar la perdida? Si la encuentra, les digo la verdad, se alegrará más por esa que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, no es la voluntad de mi Padre celestial que ni siquiera uno de estos pequeñitos perezca. (Mt 18.12-14 NTV).



La parábola de Jesús menciona el gozo de la reincorporación al rebaño de la oveja perdida que se había extraviado. Entiendo que ningún gozo se iguala al de ver a un creyente nuevo venir a la salvación en Cristo. Sin embargo, me gustaría decir que lo siguiente debe ser recibir con los brazos abiertos a quien fue una vez un consagrado seguidor de Jesús, que ha vuelto a la comunión del rebaño.



Aun antes de que Jesús se diera a conocer como el Buen Pastor que busca, rescata y cuida a todas sus ovejas, Dios habló del amor de su pastor en el Antiguo Testamento. Es claro que Dios se preocupa profundamente cuando una de sus ovejas se extravía, lo cual es razón para que nosotros también nos preocupemos.



Cada parte del cuerpo es necesaria.



Un estudio realizado acerca de adultos no cristianos, revela que casi cuatro de cada diez personas en Estados Unidos dijeron que evadían a las iglesias por sus experiencias negativas con ellas o con personas cristianas.



He visto a amigos marcharse heridos de mi comunidad de la fe, y me he dado cuenta de que mi vida y mi iglesia no han vuelto a ser las mismas. Sin embargo, muy pocos -hemos ido en busca de ellos. A veces me pregunto si es que utilizamos de manera despreocupada el término “familia de la fe”, porque con toda seguridad la mayoría de nosotros buscaría y trataría de sanar a los heridos de nuestra familia carnal que se alejaron con tanto dolor.



Cuando los cristianos se marchan, perdemos el valor de su experiencia, sus habilidades y su sabiduría. ¿Cuánto poder hemos perdido nosotros, el cuerpo de Cristo, por no actuar con determinación para buscar, encontrar y sanar a nuestras ovejas lastimadas?



En 1 Corintios 12.12, 13, el apóstol Pablo escribe: “El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo… Pero todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos compartimos el mismo Espíritu” (NTV). Luego pasa a argumentar que cada parte tiene necesidad crucial de las demás (vv. 14-20). ¿No se aplica eso a las personas que han desaparecido de nuestra comunidad? Con demasiada frecuencia hemos permitido que Satanás nos tienda una trampa en este debate. El engañador sugiere que podemos ofender al tratar de hacer volver a quienes se han ido, y que solo empeoraríamos su herida. Nos dice que debemos darles tiempo. Siembra la duda haciéndonos pensar que nos falta sabiduría para abordarlos. La verdad, como es de esperar, es muy diferente.



Otra investigación revela que un número considerable de quienes una vez fueron miembros de una iglesia, está dispuesto a volver. Aunque muchos de ellos no están buscando activamente una comunidad de fe ahora mismo, un 62% está abierto a la idea de regresar. En otro estudio, se descubrió que más del 75% de los miembros inactivos de las iglesias pudieran participar de nuevo en la vida de una congregación si son escuchados y nos preocupamos por ellos. Ya se trate del 62%, del 75%, o de algún otro porcentaje intermedio, las implicaciones son enormes.



Entonces, ¿qué podemos hacer para que regresen?



Puede ser más fácil de lo que pensamos. Una vez más, la información es alentadora. En términos generales, el 41% de quienes han dejado la comunión de la iglesia, considerarían la posibilidad de volver si un amigo o conocido les invitara. Y aproximadamente el 60% de los adultos jóvenes entre 18 y 35 años de edad dijeron que responderían positivamente a una invitación.



Pero, he aquí una advertencia: las ovejas que vuelven al rebaño pueden estar todavía un poco confundidas, vacilantes y poco dispuestas a confiar en la comunidad de la iglesia. Necesitan de gracia para sanar.



Todos tenemos necesidad de gracia, tarde o temprano, y lo más probable es que sea temprano. Si la Biblia nos dice que no hay ninguna condenación en Cristo (Ro 8.1), entonces nuestros hermanos heridos ciertamente no necesitan que usted o yo les condenemos. La gracia nos obliga a ir hacia ellos, en vez de alejarnos. Como dice un personaje de la obra “El gran dios Brown”, de Eugene ‘Neill: “El hombre nace roto. Vive gracias a los arreglos. La gracia de Dios es el pegamento”.



Pablo nos da un ejemplo estupendo de gracia y restauración en su carta a la iglesia en Éfeso. Aunque el apóstol había invertido tanto en el discipulado de ellos, los nuevos creyentes cayeron en viejos patrones de conducta poco después de que él se marchó. Si yo estuviera en el lugar de Pablo, me habría encolerizado. Le habría dicho a la iglesia que tuviera mejor comportamiento, y que deberían sentirse muy culpables por haber fallado tan rápidamente. Pero Pablo no hizo nada por el estilo. Su carta a los Efesios nos dice cómo debemos responder a los que abandonan la iglesia. En vez de comenzar con un sermón en cuanto a su mala conducta, Pablo les recuerda quiénes son en Cristo: hijos amados, adoptados, redimidos y sellados. Y solamente después de afirmar la identidad de los creyentes, habla de lo que es necesario que cambien.



Las ovejas heridas que valientemente se arriesgan a regresar a su comunidad de fe, necesitan esta clase de atención. Tienen que ser afirmadas y que se les recuerden quiénes son en Cristo. Necesitan saber que Dios les ama, no importa cuánto tiempo hayan permanecido extraviadas, o que tan airadas puedan estar con otros cristianos, la iglesia, o incluso Dios mismo.



Lo mismo se aplica en cuanto a la manera como debemos tratar a quienes se alejaron de la fe y se atrevieron a volver. Después de todo, pensemos en el sorprendente cuadro que pinta Jesús del amor del padre hacia su hijo pródigo en Lucas 15.11-32. Este joven se rebeló, pecó y sufrió las horribles consecuencias de sus decisiones. Se dio cuenta de su pecado, y desesperado y humillado decidió arrojarse a la misericordia de su padre. Sus decisiones egoístas deberían haberle hecho perder los privilegios que tenía como hijo, y estaba seguro de que su conducta lo había separado de su padre. Pero en la historia de Jesús, la posición del padre en cuanto a su hijo nunca había cambiado.



El simbolismo es impresionante. El padre corrió —de una manera poco digna, pero movido por gozo y amor— hacia su hijo desgreñado y avergonzado, y ordenó que le trajeran el mejor vestido. En el contexto cultural de esa época, los oyentes de Jesús habrían conjeturado que el “mejor” vestido era propiedad del padre, el cual usaba solamente en ocasiones muy especiales. Para recibir tal honor, el hijo, que había estado alimentando cerdos y viajado una larga distancia para volver a casa, debía por lo menos haberse bañado primero antes de ponerse la ropa limpia. Pero con un gesto asombroso, el padre puso esa ropa sobre la mugrosa ropa de su hijo descarriado, como una cobertura protectora de perdón, aceptación y salvación, para que no fuera ya condenado por otros que hubieran juzgado su conducta. Este es un mensaje de sanidad para las ovejas heridas.



Para quienes se marcharon por las palabras hirientes o las acciones de otros miembros de la iglesia, el mensaje es el mismo, pero la peregrinación puede ser un poco más delicada. Se necesita tiempo para que recuperen la confianza. Estemos preparados para caminar con ellos con compasión y paciencia.



Cada oveja ausente importa.



Mi oración es que, como el cuerpo de Cristo, lleguemos al convencimiento de que nunca debemos abandonar a ningún miembro del rebaño. Tenemos el llamado a esforzarnos por buscar tanto a las ovejas que se marcharon porque fueron heridas, como a las que tomaron malas decisiones y se extraviaron. Tenemos la responsabilidad de hacer todo lo posible para restaurarlas, y mostrarles el arrollador amor de Jesús. Recordemos lo que nos dice Santiago 5.19, 20: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”.



Tal vez estemos observando, ciertamente, una epidemia de vidas preciosas que se están apartando. Algunas investigaciones indican que cada semana, hasta 150.000 personas podrían estar dejando la iglesia. Pero ¿qué pasaría si estuviéramos dispuestos a hacer algo al respecto? ¿Qué pasaría si todos los lectores de esta revista buscaran a tres personas que conocen, que han dejado la comunión con la iglesia o que se han extraviado? ¿Qué pasaría si usted y yo nos preocupáramos por ellas y las invitáramos a volver? Aunque no respondan todas, ¿qué pasaría si una de ellas acepta hacer otro intento?



Imagine el gozo que hay en el cielo cuando estas ovejas heridas regresan al rebaño. Los avivamientos comienzan con estos sencillos actos de fe y gracia.



viernes, 12 de abril de 2013

PASAJES DE LA BIBLIA SOBRE LOS IDOLOS.


No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios. (Levítico 26:1 RVR60) y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo. (Deuteronomio 29:17 RVR60)

¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra? ¡Ay del que dice al palo: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él. Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra. (Habacuc 2:18-20 RVR60)

Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; CON CLAVOS Y MARTILLO LO AFIRMAN PARA QUE NO SE MUEVA. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder.

No hay semejante a ti, oh Jehová; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío. ¿Quién no te temerá, oh Rey de las naciones? Porque a ti es debido el temor; porque entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay semejante a ti. Todos se infatuarán y entontecerán. Enseñanza de vanidades es el leño. Traerán plata batida de Tarsis y oro de Ufaz, obra del artífice, y de manos del fundidor; los vestirán de azul y de púrpura, obra de peritos es todo. Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación.

Les diréis así: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos. El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría; a su voz se produce muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos. Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia; se avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición, y no hay espíritu en ella. Vanidad son, obra vana; al tiempo de su castigo perecerán. No es así la porción de Jacob; porque él es el Hacedor de todo, e Israel es la vara de su heredad; Jehová de los ejércitos es su nombre. (Jeremías 10:3-16 RVR60)

¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes? Sacan oro de la bolsa, y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un dios de ello; se postran y adoran. Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan, y tampoco responde, ni libra de la tribulación.

Acordaos de esto, y tened vergüenza; volved en vosotros, prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré. Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia: (Isaías 46:5-12 RVR60)

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos; y os acercasteis y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube y oscuridad; y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis. Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra. A mí también me mandó Jehová en aquel tiempo que os enseñase los estatutos y juicios, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis a tomar posesión de ella.

Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día. Y Jehová se enojó contra mí por causa de vosotros, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la buena tierra que Jehová tu Dios te da por heredad. Así que yo voy a morir en esta tierra, y no pasaré el Jordán; mas vosotros pasaréis, y poseeréis aquella buena tierra. Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha prohibido. Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso.

Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis envejecido en la tierra, si os corrompiereis e hiciereis escultura o imagen de cualquier cosa, e hiciereis lo malo ante los ojos de Jehová vuestro Dios, para enojarlo; yo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán para tomar posesión de ella; no estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos. Y Jehová os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones a las cuales os llevará Jehová. Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma. (Deuteronomio 4:9-29 RVR60)

Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza, Y de ser temido sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; Mas Jehová hizo los cielos. (1 Crónicas 16:25, 26 RVR60)